Poder.
La respuesta siempre es: perpetuar el poder. La supremacía de unos sobre otros, el imponer desde tiempos bíblicos que las mujeres somos costilla del hombre, que debemos someternos a ellos, por ser seres inferiores.
No solo en la Biblia se ha planteado esto, recordamos al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, al establecer las etapas del desarrollo psicosexual, dice que las niñas en la etapa fálica, sienten envidia del falo e incluso, sienten resentimiento hacia su madre por no protegerla de esta castración.
Es por ello que desde antes que incluso pensáramos nacer, pre existe el género. El género es una categoría la cual tiene influencia en nuestro desarrollo tanto individual como social. Es la sociedad la que hace las diferencias de género cuando nos referimos a una construcción social, ya sea del hombre o de la mujer, a partir de sus diferencias biológicas, donde se le asignan actitudes y roles sociales atribuidos a cada sexo, donde se ponen en práctica una serie de comportamientos que se aceptan o ‘‘normalizan’’ como propios del género femenino o masculino generando una aprobación social.
El conjunto de normas que constituyen el género hacen, para Butler, que se pueda hablar de este como performativo: es decir, como normatividad que pone en acto aquello que regula y repite en su mismo darse. De modo que la identidad genérica se resuelve en la misma performatividad en la que se la actúa. El género, por tanto, es él mismo las propias prácticas en las que se performa. Y estas prácticas repiten las reglas culturales, (re)iteran la misma normatividad en la que se instituye el género. Y, más en concreto, crean la ilusión de un núcleo identitario que existiera más allá o más acá de esas prácticas performativas. (Posada, 2015, p.32)
Millet (como se citó en Posada, 2015) establece un ensayo titulado como Política sexual donde observa la dinámica de los sexos como una relación de poder, sosteniendo que la vida social está dividida en dos géneros construidos socialmente donde se puede hacer notar la división sexual del trabajo y el rol de cada género.
Los roles de género se generan como una construcción de poder, ya que estos son interiorizados a través del proceso de socialización al que somos expuestos desde el momento en que nacemos, donde dependiendo del sexo que somos deberemos comportarnos de la manera en que la sociedad nos impone en cómo debemos actuar. Millet (como se citó en Posada, 2015) plantea que desde el punto de vista político, el hecho de que cada grupo sexual presente una personalidad y un campo de acción, restringidos pero complementarios, está supeditado a la diferencia de posición (basada en la división de poder) que existe entre ambos (Millett como se citó en Posada, 2015, p.31).
Las mujeres deben tener trabajos delicados o sino trabajos del hogar, mientras el hombre, proveedor debe hacer el trabajo duro. Complementarse y ser uno solo. ¿En serio? Sí, mucha gente piensa así.
Posada (2015) dice que tanto Foucault como Butler consideran que tanto género como sexo son una construcción de poder, al designar lo femenino y masculino, puesto que esto es consecuencia de las construcciones sociales, culturales y políticas, que van más allá de lo genético y biológico.
¿Has escuchado en las marchas feministas decir “abajo el patriarcado”? Supongo que sí y acá te explicamos por qué.
El famoso y bullado patriarcado es el que mantiene vigente este orden social que ha existido desde casi siempre (desde siempre, según la Biblia), es quien dicta la supremacía masculina y otorga los roles, sin considerar que es el que también mantiene este esquema heterosexual, puesto que según Posada (2015), este es innato y está dado supuestamente por este dicotomía biológica. “(...) la existencia de un sistema de dominación, el patriarcado, que reproduce la diferencia de género y garantiza el ejercicio de poder de un sexo sobre otro.” (Posada, 2015, p.31)
No solo en la Biblia se ha planteado esto, recordamos al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, al establecer las etapas del desarrollo psicosexual, dice que las niñas en la etapa fálica, sienten envidia del falo e incluso, sienten resentimiento hacia su madre por no protegerla de esta castración.
Es por ello que desde antes que incluso pensáramos nacer, pre existe el género. El género es una categoría la cual tiene influencia en nuestro desarrollo tanto individual como social. Es la sociedad la que hace las diferencias de género cuando nos referimos a una construcción social, ya sea del hombre o de la mujer, a partir de sus diferencias biológicas, donde se le asignan actitudes y roles sociales atribuidos a cada sexo, donde se ponen en práctica una serie de comportamientos que se aceptan o ‘‘normalizan’’ como propios del género femenino o masculino generando una aprobación social.
El conjunto de normas que constituyen el género hacen, para Butler, que se pueda hablar de este como performativo: es decir, como normatividad que pone en acto aquello que regula y repite en su mismo darse. De modo que la identidad genérica se resuelve en la misma performatividad en la que se la actúa. El género, por tanto, es él mismo las propias prácticas en las que se performa. Y estas prácticas repiten las reglas culturales, (re)iteran la misma normatividad en la que se instituye el género. Y, más en concreto, crean la ilusión de un núcleo identitario que existiera más allá o más acá de esas prácticas performativas. (Posada, 2015, p.32)
Millet (como se citó en Posada, 2015) establece un ensayo titulado como Política sexual donde observa la dinámica de los sexos como una relación de poder, sosteniendo que la vida social está dividida en dos géneros construidos socialmente donde se puede hacer notar la división sexual del trabajo y el rol de cada género.
Los roles de género se generan como una construcción de poder, ya que estos son interiorizados a través del proceso de socialización al que somos expuestos desde el momento en que nacemos, donde dependiendo del sexo que somos deberemos comportarnos de la manera en que la sociedad nos impone en cómo debemos actuar. Millet (como se citó en Posada, 2015) plantea que desde el punto de vista político, el hecho de que cada grupo sexual presente una personalidad y un campo de acción, restringidos pero complementarios, está supeditado a la diferencia de posición (basada en la división de poder) que existe entre ambos (Millett como se citó en Posada, 2015, p.31).
Las mujeres deben tener trabajos delicados o sino trabajos del hogar, mientras el hombre, proveedor debe hacer el trabajo duro. Complementarse y ser uno solo. ¿En serio? Sí, mucha gente piensa así.
Posada (2015) dice que tanto Foucault como Butler consideran que tanto género como sexo son una construcción de poder, al designar lo femenino y masculino, puesto que esto es consecuencia de las construcciones sociales, culturales y políticas, que van más allá de lo genético y biológico.
¿Has escuchado en las marchas feministas decir “abajo el patriarcado”? Supongo que sí y acá te explicamos por qué.
El famoso y bullado patriarcado es el que mantiene vigente este orden social que ha existido desde casi siempre (desde siempre, según la Biblia), es quien dicta la supremacía masculina y otorga los roles, sin considerar que es el que también mantiene este esquema heterosexual, puesto que según Posada (2015), este es innato y está dado supuestamente por este dicotomía biológica. “(...) la existencia de un sistema de dominación, el patriarcado, que reproduce la diferencia de género y garantiza el ejercicio de poder de un sexo sobre otro.” (Posada, 2015, p.31)
Si aún crees que no es un asunto de poder, te invitamos a ver este vídeo.
Y si aún no te hace sentido, escucha esta canción, donde se hace alusión a que como él no la puede tener, la matará.
Referencias
Gros, E, (2015). Judith Butler y Beatriz Preciado: una comparación de dos modelos teóricos de la construcción de la identidad de género en la teoría queer. Revista Civilizar Ciencias Sociales y Humanas. 16(30), 245-260.
Posada, L. (2015). El “género”, Foucault y algunas tensiones feministas. Estudios de Filosofía, 52 (2015): 29-43.
Duque, C. (2010). Judith Butler y la teoría de la performatividad de género. Revista de Educación & Pensamiento. 85-95.
Muy buena información y clara. Agradezco la información en el blog y que esta información pueda ser difundida.
ResponderEliminarCarol Paniagua H.
Nos alegramos que te haya gustado el post. Muchas gracias por tu visita y comentario.
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